Las imágenes y símbolos que representan a los signos del zodíaco han evolucionado a través de los siglos desde las más antiguas tradiciones, algunas de ellas secretas.
Uno de los aspectos más fascinantes de la astrología lo constituye la historia del origen y evolución de las representaciones y símbolos de los doce signos zodiacales. Las imágenes son formas pictóricas de animales, seres humanos y objetos lejanamente relacionados con las constelaciones del zodíaco, mientras que los símbolos constituyen el dibujo «abreviado» de las formas que representan al signo.
La mayoría de las representaciones han cambiado muy poco desde los inicios de la astrología, en el primer milenio antes de Cristo. Los símbolos, por el contrario, han variado mucho. Todos estos cambios reflejan interesantes alteraciones en las enseñanzas y tradiciones secretas asociadas, a través del tiempo, a los signos zodiacales. Las mayores transformaciones se produjeron cuando el zodíaco fue reinterpretado a la luz del cristianismo, y más tarde, cuando estuvo relacionado con la evolución de la Alquimia y el ocultismo.
Aries rige los principios de las cosas, incluso las que se hallan en el dominio de lo espiritual. Constituye por ello una excelente asociación para el inicio de la penosa ascensión al Monte del Purgatorio, donde las almas de los muertos se espiritualizan mediante la expiación de sus más oscuros elementos.
Aries es un signo de fuego, lleno de una exuberante energía espiritual. Tauro es el signo de la sólida tierra, relacionado con la fecundación de los lugares en los que se puede desarrollar el crecimiento. Aries y Tauro actúan asociados; el signo del fuego provoca chispas de energía que vitalizan el indolente elemento tierra. Pero no pueden completarse mutuamente: de la conjunción del luminoso Aries con la oscuridad de Tauro, nace un tercer elemento, que es Géminis. Géminis es el primero de los signos zodiacales «humanos». Es también el primer signo que pertenece por entero a la Tierra, mientras que hay algo ultraterreno en Aries y en Tauro.
Esta idea queda expresada en uno de los más espléndidos zodíacos del mundo occidental, que se halla en uno de los pórticos de la abadía de Vézelay, en Francia. Las imágenes de Aries y Tauro reciben aquí un tratamiento especial: hay una ruptura total con la tradición, ya que cada uno se representa como medio animal, medio pez. Esta curiosa desviación de las normas medievales tal vez indique que ambos signos quedan desligados del mundo tangible, y constituyen arquetipos de las formas platónicas: están vinculados al mundo de las ideas, fuerzas espirituales que intentan encontrar una expresión tangible, aunque no puedan integrarse en el mundo material. Resulta significativo que, por contraste, la pareja de Géminis de Vézelay se abraza, permaneciendo en la Tierra sobre un fondo de estrellas.
Un bonito ejemplo del simbolismo asociado a tauro ha sido descubierto en el pueblecito de Gropina, cerca de Arezzo, en la Toscana (Italia). El púlpito presenta unos cuantos símbolos extraordinarios. En el atril hay grabadas tres imágenes: un águila encima de un ser humano, que a su vez se encuentra sobre un león. Son el símbolo de tres de los cuatro evangelistas: el águila, el de san Juan; la figura humana que lleva un libro, el de san Mateo; y el león, el de san Marcos.
El símbolo del cuarto evangelista, san Lucas, es el Toro. Si queremos averiguar el porqué de su ausencia en el atril de Gropina, hemos de penetrar en las enseñanzas esotéricas relacionadas con la visión cristiana de la ciencia zodiacal.
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